Desde hace unas semanas se puede ver en televisión el nuevo anuncio de uno de los SUV más vendidos del mercado. No recordaría el anuncio si no fuera porque además de todo tipo de prestaciones se anuncia que es capaz de circular por autopista sin la ayuda del conductor: reduce la velocidad cuando hay un vehículo más lento delante, se mantiene en el carril, mantiene la velocidad fijada, etc. Aunque por razones meramente legislativas es necesario tener siempre las manos en el volante, el coche autónomo o al menos su tecnología ya están aquí. Y es que la cuarta revolución industrial es ya una realidad en este inicio del siglo XXI: desde coches cada vez más autónomos hasta robots aspiradores que mapean tu casa y controlas desde tu teléfono o altavoces inteligentes a los que te diriges con la voz y, sorprendentemente, te entienden.
El mundo de la logística y el transporte marítimo no son ajenos tampoco a esta revolución tecnológica. Los grandes jugadores del sector ya están invirtiendo grandes sumas para ser los primeros en llegar. Hace poco hemos visto como Maersk, MSC, CMA CGM, Hapag-Lloyd y ONE han creado una alianza para poder coordinar y estandarizar todos los avances en digitalización que cada uno de ellos por separado está implementando. En cuestión de unos años veremos terminales de contenedores operando de una manera semejante a los almacenes de Alibaba o Amazon: robots que mueven los contenedores sin necesidad de la acción humana, salvo para supervisar el trabajo o resolver incidencias.
Otro buen ejemplo es el viaje que realizó un barco sin tripulación (Maritime Autonomous Surface Ships, MASS) transportando ostras entre el Reino Unido y Bélgica cruzando el Canal de la Mancha; o FALCO, que es el nombre del ferry autónomo que navega entre islas en Finlandia. A finales del mes de junio estaremos atentos a las novedades que se puedan presentar al respecto en el Autonomous Ship Technology Conference en Amsterdam, Holanda. La navegación autónoma es el segundo reto de envergadura al que se enfrentan los principales fabricantes del mundo. Mediante el uso masivo de nuevas tecnologías como la Inteligencia Artificial para el análisis de imágenes o el LIDAR, la navegación será cada vez más autónoma y con menor necesidad de tripulación.
Estos avances no serán posibles sin el análisis en tiempo real de los parámetros que reporten los innumerables sensores a instalar conectados a internet. El Internet de las Cosas (IoT, en sus siglas en inglés) permitirá planificar mantenimientos preventivos y llevar un control de temperatura y calidad del aire en tiempo real en todos los contenedores transportados. El estudio de todo este Big Data generado mejorará la productividad de las tareas de mantenimiento y alargará la vida útil de las infraestructuras y maquinaria.
Sin embargo, estos cambios que ya empiezan a ser una realidad suponen grandes retos para el sector del transporte marítimo. La conectividad y la automatización suponen que el daño potencial asociado a un eventual cyberataque se incremente exponencialmente. No en vano el ramo del cyberseguro tiene en el sector marítimo uno de sus principales nichos de crecimiento en los próximos años.
Esta automatización y digitalización necesitan de grandes inversiones en sistemas, infraestructuras, maquinaria… En un sector ya de por sí muy intensivo de capital, serán los grandes jugadores del sector los que más fácilmente podrán liderar el cambio, por lo que es de prever un escenario de fusiones y adquisiciones en el medio plazo.
Es necesario igualmente que la legislación actual se adapte a este nuevo entorno, lo cual no es baladí. Los avances tecnológicos van habitualmente por delante del legislador, buen ejemplo de ello es el uso de drones para el reparto de última milla. De momento no parece seguro que el marco legislativo vaya a estar listo para cuando lleguen los barcos autónomos dentro de 2-3 años. A esto hay que añadir la necesaria adaptación de los perfiles profesionales con que cuentan navieras y operadores logísticos. Desde la situación actual con una considerable carga de mano de obra no cualificada, deberá pasarse a una proporción creciente de ingenieros de sistemas y expertos en digitalización. La gestión de estos cambios habrá de ser llevada a cabo por profesionales con cualidades transversales.
El factor humano y la empatía con clientes, proveedores, partners o personal interno serán clave para salir vencedores de esta carrera por la digitalización que ya está en marcha.